Estudiosos del ser humano consideran que la humanidad evolucionará hacia nuevas formas, físicas y psíquicas, impensables hoy en día, pero parece indudable que una de las máximas de la misma será la búsqueda de la felicidad.
Y una de las grandes constantes de la Historia, en mayúsculas, es la que todo cambia, todo evoluciona. Como la propia naturaleza. Como el Homo sapiens, desde sus inicios, desde sus lejanos antecesores, su permanente evolución y adaptación al medio le han permitido alcanzar la cúspide de la cadena alimenticia. Y recordar otra máxima: “la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma “.
Y ello es aplicable a las organizaciones empresariales.
Lejanos los tiempos del maestro y del aprendiz en un taller medieval, la evolución de la sociedad y de las empresas da lugar, hoy en día, a la superación de la simple figura de un empresario frente a sus trabajadores y sus representantes, en el seno de un lugar, sitio o centro de trabajo, lo que es una realidad o situación cada vez más extraña.
El Estatuto de los Trabajadores, en su redactado original del año 1980, y mantenido en sus modificaciones posteriores, define a los trabajadores como aquellos que “ voluntariamente presten sus servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada empleador o empresario “. Y también define al empresario: “todas las personas, físicas o jurídicas, o comunidades de bienes que reciban la prestación de servicios de las personas referidas anteriormente”.
Esta definición de empresario y trabajador como partes de una relación laboral, y a la vista de las nuevas formas de organización de las empresas, queda algo superada por la realidad del mundo actual.
Esta dualidad empresario-trabajador suele dar lugar a la aparición de conflictos en diversos ámbitos dentro de una organización, por lo que sería necesario detectar quién ejerce el liderazgo, tanto para la prevención del conflicto como para su resolución a través de la negociación. Y esta persona líder no cabe siempre identificarla con el empresario, ya que los directivos y mandos tienen un papel determinante en la previsión y en la resolución de conflictos, así como su participación en la negociación. E igual cabe considerar en el otro lado, dado que cabe identificar quién lidera esta parte de la relación, ya sea el propio trabajador, o sus representantes legales o sindicales.
La tradicional existencia de una única empresa en un concreto centro de trabajo ha sido superada ampliamente en los últimos años por una tozuda realidad de coexistencia de varias empresas en un mismo centro de trabajo o ámbito organizacional o productivo. Realidad avalada jurídicamente no solo por diversas normas laborales de las últimas décadas, sino también por jurisprudencia del Tribunal Supremo. De esta manera, nos encontramos con un liderazgo único o bien con varios que deben coexistir en un mismo ámbito concreto, con la consecuente posibilidad de conflicto entre los mismos.
Cabe la posibilidad de que en un mismo centro de trabajo existan multitud de empresas con sus mandos, con los consiguientes conflictos que puedan plantearse ante estructuras piramidales, transmisión de órdenes, ejercicio del poder real de dirección y mando sobre sus trabajadores, toma de decisiones, etc., que, en principio, para que nos encontremos ante una contrata real (y no ante una cesión ilegal de trabajadores), cada empresa debe aportar sus medios materiales y humanos para ejercer la actividad contratada, caso, por ejemplo, de sus mandos, que deben ejercer un claro liderazgo ante sus propios trabajadores, sin impartir órdenes, ni verificar el trabajo, etc., de otros trabajadores ajenos a su organización. Inmiscuirse, ordenar tareas a personas de otras organizaciones, etc. es fuente fácil de conflictos entre mandos, además de ser uno de los indicios o parámetros para concluir que nos encontramos ante una cesión ilegal de trabajadores.
Y en estos casos, con varias empresas presentes en un mismo centro de trabajo, también puede aparecer el conflicto. Éste, como hecho, es inherente a los procesos de liderazgo, se trate o no de evitarlos. No es cuestión ni de gustos ni de preferencias. Es parte de la esencia de lo que el liderazgo debe afrontar cuando se plantean relaciones entre personas de distintas organizaciones.
Las crecientes demandas, procedentes de la propia sociedad y del entorno de la competitividad y productividad, exigen una continua negociación para alcanzar nuevos acuerdos, externos e internos, a la organización. Y ello sin olvidar la mundialización actual, con múltiples escenarios multiculturales.
La imposición, el cumplimiento formal de las normas, la reducción del coste salarial a través de diferentes vías, la búsqueda de maximizar beneficios y otros parámetros tradicionales de funcionamiento de la organización son factores que conviene relegar para medir el estado y el éxito de la organización. La inversión de tiempo, dinero y esfuerzos debe ir orientada a factores que permitan mejorar el valor añadido para la empresa, la organización en la que esté enmarcada y sus miembros. Por ejemplo, es importante incidir en la inversión en formación; la Encuesta Anual del Coste Laboral, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) del año 2016, refleja una disminución del coste bruto por trabajador respecto al año anterior, así como el dato revelador, entre otros, de que las empresas españolas dedicaron un importe muy superior a indemnizaciones por despido (219 euros) respecto al dedicado a formación (solamente 91 euros) por cada trabajador.
Los estudiosos del ser humano consideran que la evolución humana se caracteriza por una adaptación al medio, por una extrema flexibilidad y cooperación entre los seres humanos ante nuevos retos. En principio, consideran que el Homo sapiens es el único capaz de cooperar de forma flexible con un número muy grande de desconocidos, y esta capacidad concreta explica su dominio sobre el planeta Tierra, a diferencia de otros mamíferos, como los elefantes o los chimpancés, que cooperan dentro de un grupo familiar o de amistades.
Y esto debe ser aplicable a las nuevas organizaciones que surgen de la imparable evolución de la sociedad a una velocidad vertiginosa comparada con las de siglos anteriores.
La cooperación flexible dentro de la organización empresarial (incluso entre varias empresas) y la búsqueda del nuevo estadio de la felicidad de sus miembros debe ser el objetivo máximo de todo liderazgo organizacional, cualesquiera que sean sus formas, tradicional o actual.
Francisco Castillo Baiges
Socio de MIESES
Inspección de Trabajo y Seguridad Social
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